Esta sencilla pregunta se ha convertido en habitual en todo el mundo. Mientras que una parte del fútsal tiene un desarrollo significativo, pues cada día más jóvenes y adultos practican nuestro deporte y la profesionalizacion del mismo en Colombia, hay menos árbitros dispuestos a dirigir los encuentros. Cada día resulta más difícil reclutar a jóvenes dispuestos a hacer respetar las normas de nuestro deporte.
Si difícil es la tarea de encontrar nuevos árbitros, no menos compleja es la de retener a esos árbitros dentro de las comisiones. Los abandonos son cada vez más frecuentes, sobre todo de aquellos árbitros que no hace mucho tiempo que comenzaron su actividad deportiva.
Es un hecho cada vez más frecuente. Ya no resulta extraño que, cuando en cualquier curso escalafón de autoridades de juzgamiento se plantean los problemas que preocupan seriamente a sus responsables, el tema del número de árbitros figure en la agenda de trabajo.
Se podría decir que nadie quiere ser árbitro, o al menos nadie desea ser árbitro en las categorías más bajas. Sin embargo, es ahí donde su presencia es más necesaria, no solamente por el gran número de encuentros, sino también porque la labor formativa del fútsal encuentra muchas dificultades sin la presencia de un colegiado que pueda enseñar las normas de juego a los jugadores más jóvenes o a los más aficionados.
Tal vez sería más fácil encontrar candidatos para las competiciones importantes, pero la experiencia es vital, y la preparación necesaria, muy exigente. En el arbitraje es necesario comenzar por abajo e ir subiendo basándose en las situaciones vividas a lo largo de un periodo largo de formación. Aunque un deportista puede alcanzar el éxito a una edad muy temprana, no así los árbitros. No es la habilidad, como en los primeros, su mejor recurso, es la experiencia lo que les hará salir airosos de su compromiso. Las características requeridas para alcanzar la cúspide son distintas. Este largo camino es, evidentemente, una de las razones por las cuales los árbitros ven desvanecer su ilusión de alcanzar la cima. Pero no es la única. Las difíciles condiciones en las que desarrollan su labor, sobre todo los que empiezan, hacen que el número de retiros sea grande.
Por este motivo, debemos preguntarnos qué puede aportar el fútbol de salón para que el número de árbitros se incremente convenientemente. La respuesta puede ser, en teoría, sencilla: protección.
Protección no solamente física, que en algunos casos es mas que necesaria, sino también establecer objetivos a corto y largo plazo, que puedan ayudar a una mejor aceptación de la figura arbitral.
Corto plazo, mediante programas de formación integral del árbitro. Este no sólo debe ser un experto en las reglas de juego, debe ser también un conocedor profundo del fútbol de salón en sí, de por qué y cómo funciona el juego. Las capacitaciones abiertas con entrenadores y jugadores deben formar parte de la formación del árbitro a fin de tratar temas técnicos y lograr que se produzca un proceso de aprendizaje colectivo y beneficioso para todos.
A largo plazo, hay que trasladar a la sociedad la imagen del árbitro como deportista, con sus virtudes y defectos, quien, como todos los demás, intenta triunfar en el partido, no marcando o evitando goles, sino haciendo cumplir las reglas. Y para ello, entre otras medidas, hay que procurar conocer mejor la actividad. El niño, cuando empieza a jugar, debe también aprender a arbitrar, no sólo para conocer las reglas del juego que le gusta, sino también porque, de forma quizás inconsciente, obtendrá una visión real de las situaciones que atraviesa un árbitro. Seguro que luego, con el paso de los años, cuando sea jugador profesional o aficionado, o simplemente espectador o crítico deportivo, tendrá una imagen más real y cercana del árbitro.
Por lo tanto, la formación de jóvenes futsaleros y árbitros debe tener más cosas en común. A menudo nos extrañamos de que los jugadores no se integren en el arbitraje, ni muestren el menor interés en el arbitraje activo al finalizar su carrera. Tal vez sea, entre otras razones, por las que hemos expuesto: no existe ninguna identificación, o es muy pequeña, con la figura del árbitro. Y sin embargo, si desde el comienzo de su formación como jugadores hubieran recibido otra arbitral, algo no incompatible, tendrían muchas cosas en común, ya que, por ejemplo, ambos, jugador y árbitro, deben tomar decisiones rápidas, bajo presión. Han de integrarse en un equipo. La conservación y mejora de su estado físico y mental son factores determinantes del rendimiento. Podríamos enumerar muchas más razones.
Pero tal vez para algunos de ellos el concepto social de que el jugador es una estrella reluciente en el firmamento del fútbol de salón, y el árbitro un agujero negro, les haga renunciar a esa posible carrera. Por tanto, es tarea de todos el cambiar esta imagen.
Ser árbitro de fútbol de salón es una actividad maravillosa, educativa para el joven, y muy atractiva al ir alcanzando nuevas metas. Ésta idea es la que tenemos que hacer llegar, entre todos, a la mente de una juventud cada día mas apasionada por nuestro deporte, para que cuando de nuevo se plantee la pregunta ¿quieres ser árbitro?, la respuesta sea sí, gracias.
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